Valle del Sondondo ©Enrique Castro Mendivil

Ayacucho: Paraíso de biodiversidad

Aug 27, 2024

Ayacucho, aunque pequeño en tamaño relativo a la escala peruana, es crucial en la historia y biodiversidad del Perú. Fue cuna del hombre americano, de la cultura Wari y escenario de la independencia peruana en 1824. Su geografía varía desde picos nevados hasta selvas, con una rica fauna y flora. La región, en gran parte inexplorada, ha revelado recientemente nuevos parajes naturales. En 2023, la UNESCO creó la Reserva de Biósfera Bicentenario Ayacucho, destacando su valor ecológico, histórico y cultural.

El Departamento de Ayacucho es relativamente pequeño si lo situamos a escala peruana o, más aún, continental, pues con una superficie cercana a los 44,000 km2 representa poco más del 3% del territorio del Perú; y con una población que ronda los 600 mil habitantes reúne a apenas el 2.7% de la población nacional. ¿Cómo es posible entonces que en este reducido espacio se concentraran tantos acontecimientos decisivos, no solo para la historia peruana sino de todo el continente? Efectivamente, aquí se dio, hace más de 20,000 años, el origen del hombre americano, como han puesto en evidencia los descubrimientos en la Cueva de Pikimachay. Aquí también estuvo la cuna de una de las culturas precolombinas más relevantes, la de los Wari, que configuró lo que se puede considerar el primer Estado del continente americano. Los españoles sucumbieron también a sus encantos, haciendo de Huamanga capital y una de las ciudades más importantes de la Colonia, con decenas de iglesias, casonas, acueductos y demás construcciones. Y quizás tampoco sea casualidad que esta región, hoy pujante, orgullosa y de fuertes raíces serranas, fuera precisamente el escenario en el que se decidió la Independencia del Perú en 1824.

Valle del Sondondo ©Enrique Castro Mendivile

La respuesta a aquella pregunta habrá que empezar a esbozarla a partir de la constante más evidente de Ayacucho: su geografía; y por aquello que la caracteriza de un modo más esencial: su infinita variedad de paisajes. Esta es una región eminentemente serrana, con una altitud media de 2.746 m.s.n.m., que limita al norte con el Departamento de Junín, al noreste con el de Cuzco, al este con Apurímac, al sur con Arequipa, al oeste con Ica y al noroeste con Huancavelica. Pero que esa primera aproximación no nos engañe: el espacio así definido presenta un rango sumamente amplio de parajes naturales, desde los altísimos picos (el más alto es el nevado Sara Sara, en la provincia de Parinacochas, con 5.435 m.) hasta las aguas turquesas de Millpu, que parecen salidas de una zona tropical; de las punas glaciales por encima de los 4.000 a los cerros de barro y los extensos campos de cultivo, pasando por pequeñas cordilleras con mini volcanes apagados, cascadas torrenciales y lagunas de color esmeralda. Este accidentado terreno desciende, pues, desde cerca de los 6,000 m.s.n.m hasta la tórrida yunga o selva alta y, entre la puna y la selva, acoge valles y quebradas que albergan en sus llanos y laderas pueblos y caseríos en los que se practica la mayor parte de la agricultura.

Cadena de Nevados ©iStock

No hay que olvidar los grandes ríos que atraviesan Ayacucho y que marcan sus límites departamentales —el Mantaro, hacia el norte; el Apurímac, hacia el este; y el Pampas, en el sur —, ni la imponente Cordillera de los Andes, que recorre toda la región en dirección noroeste-sureste y que le aporta su carácter tan particular. Pero tampoco hay que caer en el error, como sucede tan a menudo, de pensar en Ayacucho como una tierra puramente andina, ya sea por la majestuosidad de sus nevados, —entre ellos, el Razuwillca—, sus vertiginosos cañones y valles —donde habitan más cóndores que en cualquier otra parte del mundo—, por sus andenerías Wari, de cientos años de antigüedad o, sobre todo, por su límpido cielo serrano, de eterno color azul. Esa imagen es real, pero también parcial: en Ayacucho hay, además, ceja de selva y selva. Es más, podemos visitar el lugar preciso donde termina lo primero y empieza lo segundo, cambiando en un solo paso de geografía, clima y fauna de un modo radical.

Lo que hace de Ayacucho un lugar tan especial es que allí podemos ser testigos privilegiados de su inagotable biodiversidad, con atractivos naturales tan impactantes como el parque nacional de Titancayoc, un bosque formado por miles de Puyas de Raimondi que rebasan la vista; o el volcán Pachapupum, con sus curiosas formaciones circulares y escalonadas y sus aguas termales curativas. Para quienes no son nativos y en muchos casos también para quienes lo son, Ayacucho es una tierra mistérica y maravillosa, que nos ofrece la promesa de revelarnos todos sus secretos a la vez que nos asegura claramente que nunca los podremos llegar a abarcar por completo, por mucho que la recorramos entera de uno a otro de sus extremos. Efectivamente, ni siquiera sus propios habitantes pueden ufanarse de conocer todos los misterios de esta región. Es ciertamente algo singular, único en el mundo: incluso con toda la tecnología actual, es imposible decir que Ayacucho ha sido enteramente explorada. Ejemplo de esto es que semanas antes de que se escribieran estas líneas se descubrió un espectacular cenote ubicado a 3200 m.s.n.m, tal vez el más alto de todo el mundo. Días más tarde, ocurrió lo propio con seis nuevas e impresionantes cataratas en Sivia, en la zona del VRAEM.

Gallito de las rocas

No deja de ser irónico que el primer territorio de América en ser poblado, que a través de los siglos desarrollara una excepcional mezcla de construcciones precolombinas, coloniales y republicanas, aún se mantenga en muchas formas virgen e inexplorado. Sin embargo, hay que decir que la mayor parte de la región es eminentemente amable, abierta al asentamiento humano, con pastos naturales que, a pesar de las bajas temperaturas, son aptos para la ganadería; y una tierra rica en minerales en la que, por ejemplo, se cultiva una impresionante variedad de papas nativas, como las de colores morados y lilas, únicas en el mundo.

Gracias a todas estas atracciones naturales e históricas, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reconoció en julio de 2023 la creación de la Reserva de Biósfera Bicentenario Ayacucho que, con una extensión de 312,900.46 hectáreas, abarca 22 distritos de las provincias de Huamanga, Huanta y Vilcas Huamán; e incluye el Santuario Histórico Pampa de Ayacucho y el Área de Conservación Regional Parque Puya Raimondi.

Veamos con más detalle las diferentes unidades regionales de Ayacucho. Empecemos por la más alta, la de la puna.

Río Pampas en Wilcashuamán ©Jose Luis Gutiérrez

Las llanuras de la puna

Con sus grandes extensiones de gramíneas (conocidas localmente como ichu) y ocupada por ovejas, llamas, alpacas y ganado vacuno, la puna es un paisaje habitual en Ayacucho. Con ese nombre es como se conoce un tipo de meseta altiplánica propio del área central de la cordillera de los Andes, que está compuesto por amplias llanuras y laderas cubiertas de pastos durante todo el año. La zona se caracteriza por un brillo solar continuo, sequedad atmosférica, falta de árboles y unos cuantos poblados salpicados aquí y allá. Resulta de particular importancia que este sea también el hábitat de la tímida vizcacha, la casi extinguida chinchilla y la elegante vicuña, así como de una amplia gama de aves, entre las que destaca el imponente cóndor andino. También encontramos aquí otras especies únicas en el mundo, como la taruka o ciervo de altura, el venado gris, el zorrino y el quirquincho; y depredadores como el puma, el zorro andino y el gato andino. La flora, sin embargo, es escasa, con excepción del ya mencionado ichu.

En el norte del departamento hay pocos nevados. Entre ellos, destaca el Razuhuillca, situado en las alturas de Huanta, a casi 5,000 m.s.n.m.

Tanto en la época prehispánica como en la colonial temprana fue de gran importancia la ganadería de camélidos. Más adelante se expandirían la ganadería de vacunos y ovinos, aunque en la región aún existen hatos importantes de alpacas y llamas. Más hacia el sur, en la provincia de Lucanas, se encuentra la reserva de vicuñas de Pampa Galeras, una de las más importantes de este camélido a nivel mundial.

En la época de la fundación de Huamanga, en el siglo XVI, la mayor densidad demográfica se concentraba en las zonas situadas en la franja inferior de la puna. Incluso Vilcashuamán, centro administrativo Inca y principal núcleo del poder estatal post Wari en la región, se encontraba en esa franja altitudinal. Las etnias prehispánicas de la región vinculaban el espacio de la puna con lo sagrado y ubicaban allí algunas de sus más importantes pacarinas o lugares míticos de origen. Al igual que el Titicaca para las etnias del sur peruano, las fuentes de agua también ocuparon un lugar de privilegio en el centro andino, especialmente la laguna de Choclococha, la más extensa de la zona, fuente del río Pampas y considerada cuna de los chankas, según cuentan las historias recogidas por cronistas y funcionarios.

Zona Quechua y Quinua

La zona quechua

A diferencia del interés mostrado por las civilizaciones preincaicas por las zonas más altas, los territorios ubicados en el área conocida como quechua –entre los 1.500 y 3.500 m.s.n.m— fueron los preferidos tanto por los incas como por los españoles. En la provincia de Huamanga, árboles, arbustos, hierbas y cactus se han adecuado a la sequedad del ambiente –que se produce por una combinación de exceso de radiación solar y pocos ríos utilizables—. La temporada de lluvias es breve, de cuatro meses, y dura desde noviembre/diciembre hasta febrero/marzo. Los pocos valles aptos para el cultivo, encajonados en medio de la accidentada topografía regional, ofrecen mejores condiciones. En los espacios agrícolas de esta zona se cultiva maíz, frijol y calabaza o zapallito italiano. En las partes más altas predominan la papa y otros tubérculos andinos –oca, mashua, olluco, etc.—, además del haba y el trigo criollo.

Las principales minas de sal –que incluso durante la Colonia se mantuvieron en propiedad de las etnias y, luego, de algunas comunidades campesinas— también se encuentran en esta zona, en dos pueblos llamados Cachi (“de la sal”), uno ubicado cerca de Huamanga y otro en territorio de los chancas de Andahuaylas. Como sucede en casi toda la sierra, la institución más importante es la comunidad campesina, una de cuyas características más marcadas es el manejo familiar de varias parcelas en distintos espacios ecológicos. Así, el campo ayacuchano presenta una fragmentación típica que se hace más notoria a la vista cuando los cultivos están crecidos.

Si bien Ayacucho se está industrializando, en muchas zonas todavía se mantienen prácticas tradicionales como el arado (taklla) con bueyes y, en algunas zonas altas en las que se producen tubérculos andinos, la chakitaklla. A estos implementos básicos se suma la azada (aspiy lampa), fundamental para aporcar el maíz, la hoz para segar el trigo y la tipina para despancar los choclos. Picos, barretas y rastrillos completan el inventario tecnológico campesino en la región rural.

Selva VRAEM ©Tiyapuy

La yunga: La ceja de selva ayacuchana

Habitada originalmente por asháninkas y machigüengas, el espacio de la selva alta está vinculado al pasado de Huamanga y también a su presente, pues fue precisamente debido a la presencia de Manco Inca en ella que Pizarro ordenó la fundación de la ciudad. La región “se asoma” a lo largo de toda la vertiente oriental de la cordillera andina, hacia la yunga de la cuenca del río Apurímac.

Aquí, tanto la fauna como la flora cambian por completo, en otra manifestación de la rica biodiversidad ayacuchana. Recorrer, por ejemplo, el parque natural de Sivia, significa toparse con especies como el paujil, el tucán, el tigrillo, el otorongo, el puma (aunque este también puede ser avistado en la puna) y una gran variedad de coloridas aves. También abundan las orquídeas y se cultivan productos como el café, los nísperos, el cacao, la piña y muchos más, cuya cosecha corre por cuenta de gremios locales que celebran festivales anuales. Todo es verde, vivo y vibrante.

Así, pues, es la mezcla de los tres tipos de geografía, la riqueza de su fauna y de su flora, lo que otorga tanta exhuberancia a la región de Ayacucho, un escenario que está en constante cambio. Por ello, para conocerla a profundidad, no alcanzan una visita o dos. Quizá ni una vida entera. Este es, al fin y al cabo, el lugar donde nace el Perú.

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