
Detalle puerta lateral Iglesia de La Merced ©Wilfredo Loayza
qué visitar en huamanga
Iglesias
Huamanga, ciudad de 33 iglesias coloniales. Las primeras iglesias de Ayacucho, construidas en el siglo XVI poseían fachadas renacentistas y campanarios de espadaña.
Son de esta época las iglesias de La Merced (1540), Santo Domingo (1548), San Francisco de Asís (1552), San Juan de Dios (1555), Santa Clara (1568) y Santa Ana (1569. Por ejemplo, el pórtico lateral de La Merced, en la esquina de los jirones 2 de Mayo y San Martín, presenta la escena de la Anunciación de la Virgen María. Esta composición en piedra y alto relieve se halla detrás de tres arcos de piedra que sostienen una galería superior.
De igual modo, la fachada de Santo Domingo, en la segunda cuadra del jirón 9 de Diciembre, está compuesta por otra triple arquería que sostiene un corredor superior cubierto por techo de tejas. Completa la composición un amplio atrio para ceremonias litúrgicas al “aire libre” y una cruz erigida sobre una columna estriada en recuerdo a la violenta tempestad del 9 de octubre de 1640, vaticinada por el padre Juan de Villalobos, uno de los testigos del proceso a Santa Rosa de Lima, cuyos restos se encuentran en el presbiterio de la iglesia.
Asimismo, los templos de San Francisco de Asís y Santa Clara presentan pórticos con columnas estriadas, friso con rosetones y querubines y frontón sobresaliente. En el caso de la iglesia de los franciscanos, el frontis incluye esculturas en alto relieve y estatuas de San Francisco de Asís, el beato Gil de Asís, San Antonio y Santa Clara. Cierra esta nómina la pequeña y sencilla iglesia de San Cristóbal, ubicada en la sexta cuadra del jirón 28 de Julio, que en realidad fue fundada en 1583 por Juan Rodríguez de Villacreces en el terreno donado por Elena de Rojas, viuda del encomendero Francisco de Cárdenas.

Vista general iglesia san cristobal ©Wilfredo Loayza
Iglesia San Cristóbal
La tradición señala que esta iglesia ubicada al sur de la Plaza Mayor fue el primer templo construido en Huamanga en 1542 y que ahí, además, se sepultaron a los caídos en la Batalla de Chupas. Pero lo cierto es que no existen datos al respecto. Más bien, los recientes hallazgos históricos demuestran que este templo fue fundado en 1583 por el médico Juan Rodríguez de Villacreces, en una propiedad donada por Elena de Rojas, la viuda del conquistador español Francisco de Cárdenas. En el terreno adyacente funcionó un hospicio o lugar de atención a pobres, vagabundos y desposeídos, en el que las monjas carmelitas se hospedaron por dos décadas antes de la construcción del monasterio de Santa Teresa.
La iglesia es pequeña y sencilla. Posee una sola nave recubierta con techo a dos aguas. Un modesto muro circunda el atrio y una única torre de dos cuerpos, con un campanario que culmina en una pequeña cúpula y cuatro pináculos que completan la composición.
Aunque el templo fue fundado después de la batalla de Chupas, está asociado a la historia de Marcos Saravia, bellamente relatada por Ricardo Palma. Cuenta la historia que este bravo caballero español prometió su caballo a San Cristóbal (cuya imagen se guarda en el templo) si lo libraba con vida de la batalla de Chupas. Dado que sobrevivió, colocó en el altar 400 pesos en reemplazo del jamelgo, pero el santo no le permitió tal cambio, impidiendo que el animal se retirara del atrio. A Saravia no le quedaría otra opción que aumentar otros 400 pesos para poder partir en paz con el caballo.

Altar mayor de La Merced ©Wilfredo Loayza
La Merced
El templo y monasterio de los mercedarios fue fundado en 1541 por fray Sebastián de Castañeda, el primer comendador o prior de la orden en Huamanga. La iglesia tiene una sola nave con dos pórticos: el principal, con salida al jirón 2 de Mayo; y el lateral, que presenta una singular composición renacentista, donde está grabada en piedra la escena de la anunciación a la Virgen María. Además, un corredor con triple arquería sostiene una galería superior y colinda con un amplio atrio que hoy se usa como plazoleta. En la esquina del templo se yergue una esbelta torre que sostiene un campanario coronado por un tambor, bóveda, cuatro pináculos y una linterna o remate.
En el interior, sobresalen el altar mayor consagrado a la Virgen de Las Mercedes y las cuatro capillas laterales dedicadas a San José, el Calvario, el Nazareno y la Dolorosa. A los pies de este último altar se encontró en 1837 una escultura yacente de un guerrero con armadura del siglo XVI, que porta una larga espada y que la gente conoce como Cheqo Pacheco. Se trata de la estatua de Pedro Gutiérrez, un combatiente de la batalla de Chupas, que fue mandada a tallar en 1660 por el corregidor de Vilcas Huamán Perafán de Rivera y Mendoza. Actualmente se exhibe en el museo Andrés A. Cáceres.
Del convento de La Merced, clausurado en 1826, no queda nada salvo una arquería adosada al muro meridional del templo. La tradición popular refiere que allí fue sepultada inicialmente la heroína María Parado de Bellido, pero que su cuerpo inerte fue secretamente exhumado y trasladado a la sencilla capilla de la Virgen de Chiquinquirá (en la cuarta cuadra del jirón 9 de diciembre) para evitar que fuera profanado por los realistas.

Templo de Santo Domingo en la ciudad de Ayacucho ©Gihan Tubbeh
Iglesia de Santo Domingo
El templo de los dominicos fue fundado en 1542 en los terrenos del español Martín de Andueza, donde estaban los restos de alguna construcción inca, fortaleza o pukara, cuyas piedras sirvieron para sus cimiento y muros. Seis años después se inició su construcción, siendo vicario fray Jerónimo de Villanueva. Fue refaccionado en 1606, el mismo año en que empezó la construcción del convento. En tal refacción se reemplazó la antigua fachada por la actual y se edificaron los dos campanarios, ambos de pequeña altura. El pórtico está compuesto por una galería con triple arquería que sostiene el corredor de la parte superior, cubierto por un techo de tejas. Esta estructura, que mira a un amplio atrio, debió servir para las masivas ceremonias litúrgicas que se realizaban al aire libre.
Al lado derecho se yergue una espadaña hecha en mampostería de ladrillo, con tres arcos sobre una base de piedra. La tradición popular refiere que en esta torre se colgaba a los sentenciados por la Inquisición, pero lo cierto es que se trata del antiguo campanario, que había sido dejado en pie tras la refacción de 1606.
Completa la composición una hermosa cruz colocada sobre una columna estriada o rollo, en recuerdo de una violenta tempestad que azotó Huamanga el 9 de octubre de 1640.
El templo tiene forma de cruz latina y techo abovedado. Sobre el crucero se levanta una cúpula con ocho ventanas que remata en una linterna de estilo morisco. En el interior destaca el altar principal, construido al inicio del siglo XVIII, que está dedicado a Nuestra Señora del Rosario; y el púlpito con cátedra de base pentagonal.

Detalle del altar mayor de la Iglesia San Francisco de Asis Altar mayor de La Merced ©Wilfredo Loayza
San Francisco de Asís
El hospital de San Juan de Dios fue fundado en 1555 para atender las necesidades de los españoles pobres e indígenas de Huamanga. Los franciscanos se encargaron del nosocomio hasta 1628, año en que fueron reemplazados por los hermanos de San Juan de Dios. Iglesia y hospital fueron seriamente afectados por el terremoto del 17 de junio de 1719. Por tal razón, el diseño de los campanarios es diferente.
La fachada del templo es sencilla. Posee dos óculos ubicados sobre el nicho central donde se encuentra la imagen de San Juan de Dios y el interior es de una sola nave, con sencillos altares y dos gigantescos lienzos del siglo XVII que representan el descendimiento de la cruz y la venida del Espíritu Santo. El historiador Pío Max Medina sugiere que el autor de estas pinturas fue el afamado pintor sevillano José del Pozo, quien vivió en Lima entre 1791 y 1830.
Al lado izquierdo de la iglesia se halla el antiguo edificio del hospital. Originalmente, tenía un diseño de cuatro naves dispuestas en cruz griega. No obstante, gran parte de esta construcción colapsó con el ya referido sismo de 1719. En la actualidad se conserva una estructura de un solo piso con 17 habitaciones y cuatro corredores con arcos de medio punto que encierran un patio central. Complementan la estructura un zaguán o acceso principal y una fachada tallada en tufo volcánico.
En este hospital prestó sus servicios en el siglo XVI el padre Jerónimo Martín o Martín de Ayala, vinculado al famoso cronista Felipe Guamán Poma de Ayala, el autor de la Nueva Crónica y Buen Gobierno. Siglos después, el nosocomio atendió a los heridos de la batalla de Ayacucho y continuó funcionando hasta 1958.
El primer Mayordomo del hospital fue un hombre chato, rechoncho y con rostro risueño, apacible y bondadoso llamado Pedro Hernández Barchilón, protagonista de una tradición de Ricardo Palma. Fiel seguidor de Gonzalo Pizarro, este soldado español (1554) fue enviado a Huamanga para administrar el hospital luego de la batalla de Chuquinga, quedándose en el nosocomio hasta 1561. Los enfermos lo llamaban por su apellido para que les aplicase la lavativa. Así, la palabra “Barchilón” se convirtió en un americanismo que sirve para designar a la persona que cuida a los enfermos.

Fachada de la iglesia San Juan de Dios Altar mayor de La Merced ©Wilfredo Loayza
San Juan de Dios
El edificio posee dos etapas constructivas. La primera, que es la más antigua, comprende la fachada, el zaguán, dos corredores en forma de “L” en el primer y segundo piso con sus habitaciones y arquería; y el patio central. La arquería posee columnas con capitel jónico sobre el que se han labrado en alto relieve escudos nobiliarios. La siguiente etapa corresponde a la construcción frente al zaguán, con simples acabados en la arquería; y a la estructura elevada situada al lado derecho del patio.

Detalle del techo de la Iglesia Santa Clara altar mayor de La Merced ©Wilfredo Loayza
Iglesia Santa Clara
El templo y el monasterio de Santa Clara fueron fundados en 1586 por el español Antonio de Oré con la plata de su mina de Chumbilla. Posteriormente, el monasterio sería reedificado en 1705 y años después, en 1711, se levantó la actual torre con sus dos niveles de campanario.
La fachada se ubica en la parte lateral de la iglesia y posee una entrada flanqueada por dos columnas estriadas rematadas en pináculos. En la parte superior existe un frontón semicircular con dos escudos en cada lado. El interior es de una sola nave, sostenida por gruesos muros de contrafuertes. Encima del presbiterio destaca un artesonado o cielo raso tallado en madera, de estilo mudéjar, además de una celosía de madera y una tribuna tallada en el muro de la Epístola.
Son dignas de admiración las imágenes que se guardan en esta iglesia, especialmente la del Nazareno, que todos los años sale en procesión el miércoles de encuentro de Semana Santa. Se cree que esta escultura fue traída a Huamanga a fines del siglo XVI por el fundador del templo, Antonio de Oré. El historiador del arte Ricardo Mariátegui Oliva señala que probablemente fue elaborada en Sevilla por el famoso escultor andaluz Juan Martínez Montañés, quien vivió entre 1568 y 1649.
En el monasterio todavía se conserva la imagen de Percca Mama: una pintura de la Inmaculada Concepción que apareció milagrosamente en el muro de la cocina en 1755.
Solo queda una parte de la arquería del claustro principal. No obstante, sus piedras guardan silentes el recuerdo de la Monja Alférez, un personaje transgresor del siglo XVII que se hospedó en Santa Clara. Natural de San Sebastián, en Guipúzcoa (España), de joven tomó los hábitos, pero escapó del convento, asumiendo el ropaje y la identidad de un varón y comprometiéndose en mil lances y duelos. Llegó a Huamanga en 1617, pero al ser perseguida por la justicia tuvo que refugiarse en el palacio obispal. Fue entonces cuando reveló su verdadera identidad al obispo Agustín de Carvajal, por lo que fue internada en el convento de Santa Clara para luego ser trasladada a Lima. Su verdadero nombre fue Catalina de Erauso.

Altarmayor de la iglesia de Santa Ana ©Wilfredo Loayza
Iglesia Santa Ana
Este templo fue fundado en 1569 sobre una elevada explanada que domina la ciudad de Huamanga y donde fueron reasentados los indígenas en el barrio de Hanan Parroquia o la “parroquia de arriba”. Señala la tradición que cumplió las funciones de templo mayor hasta la construcción de la Catedral en el siglo XVII.
Según el arquitecto Jorge Lévano Peña, el actual edificio es el resultado de varias reconstrucciones, siendo la más importante la realizada en 1748. Su portada es bastante sencilla, con dos torres similares a las de San Francisco de Paula. En su interior destacan sus siete altares. El mayor, fabricado en 1796, es de estilo plateresco tardío. La imagen más importante es la de Santa Ana, que lleva en manos a la Niña María y al Niño Jesús.

Campanario de la Iglesia de la Maria Magdalena ©Wilfredo Loayza
Iglesia La Magdalena
Edificada en 1588 en el barrio de Uray Parroquia o “barrio de abajo”, inicialmente estuvo bajo la administración de los frailes dominicos.
El templo tuvo que ser reedificado completamente tras el sismo de 1719. Su fachada es de piedra blanca y posee un frontón triangular con un nicho con vano elíptico y una ventana rectangular en la parte superior. Complementan este pórtico dos torres y dos campanarios con decoración en alto relieve de sirenas, flores y querubines.

Altar mayor de la Compañía de Jesús ©Wilfredo Loayza
Iglesia de la Compañía de Jesús
Construida en cal y piedra durante en el siglo XIX, su propietaria hacia 1871 fue Ángela Soto, de quien no se tiene mayores datos. Ubicada en las ‘cinco esquinas’ formadas por las calles Carlos F. Vivanco, 2 de mayo y Londres, el predio reproduce algunos componentes arquitectónicos de las casonas coloniales: amplias habitaciones, galerías, patio y techo a dos aguas. Sin embargo, por haber sido construido durante el periodo republicano, estos sufrieron varias modificaciones.
Así, las habitaciones fueron levantadas hacia el cielo, el tamaño del patio fue reducido y en la fachada el arco de medio punto de la entrada principal fue reemplazado por un marco rectangular tallado en piedra. Además, al segundo piso se le agregó una suerte de altillo elevado que ofrece una singular vista panorámica del centro histórico de Huamanga.

Templo de San Agustín ©Gihan Tubbeh
Iglesia de San Agustín
El templo y convento de los agustinos fueron fundados en Huamanga en 1632 por fray Antonio Herrera y su construcción empezó en 1637. Ambos edificios también serían dañados por el terremoto de 1719. La reconstrucción de la iglesia culminó en 1767, pero fue nuevamente reparada en 1871 y 1881.
La fachada del templo es de estilo renacentista y cuenta con dos pilastras que sostienen un friso y tres nichos superiores, dos de ellos con las esculturas de San Pedro y San Pablo. Los dos campanarios son elevados; y culminan en dos tambores y cupulinas. En la esquina del atrio se yergue una columna o rollo que remata en un corazón y una cruz.
El templo de San Agustín fue sede de la asamblea nacional que se instaló en Huamanga en 1881 luego de la ocupación chilena de Lima bajo la presidencia de Nicolás de Piérola.

Basílica de la catedral de Ayacucho ©Wilfredo Loayza
Catedral de Huamanga
Luego de la creación del Obispado de Huamanga, en 1612 se dispuso la construcción de la Catedral, que reemplazaría a una modesta iglesia que se emplazaba en el mismo lugar. Fue el obispo Francisco de Verdugo quien inició las obras del templo, que concluyeron en 1672 gracias a la eficiente gestión de Cristóbal de Castilla y Zamora, el famoso prelado fundador de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga.
La Catedral cuenta con una extensa fachada con tres puertas de acceso. La del medio posee un elevado arco de medio punto con un grabado del sol con rostro humano como clave. Tiene en ambos lados sendos pares de columnas, en cuyo centro se pueden apreciar dos nichos con las estatuas de San Pedro y San Pablo. Las puertas laterales poseen pilastras almohadilladas y frontón trapezoidal. Las torres, construidas con piedra gris y ladrillo, poseen dos campanarios con un arco en el frontis y doble arco en los tres lados restantes. La cúpula, con cuatro ventanas en los lados, estáncoronada por una cruz sobre un cupulín en piedra blanca.
El interior de la Catedral tiene el techo abovedado y cuenta con tres naves. Sobre la cornisa del crucero se encuentran las estatuas de los cuatro evangelistas. Los altares, tallados en madera y enchapados en pan de oro, son extraordinarios. El mayor está dedicado a la Virgen de las Nieves y es de estilo plateresco, con un tabernáculo repujado en plata. Los altares de la Virgen Inmaculada y del Señor de Burgos sobresalen porque constituyen la máxima expresión del barroco huamanguino. Elaborados en la segunda mitad del siglo XVIII por encargo del obispo Romaní y Carrillo, tienen tres calles y tres cuerpos; y una coronación que avanza atrevidamente por debajo de la bóveda del techo, desafiando la gravedad.
El púlpito, de cátedra hexagonal, la sillería del presbiterio y los confesionarios son extraordinarias tallas en madera.
La efigie del Señor de Burgos es la representación del Calvario. Una antigua leyenda refiere que el caballero español Fernando de la Peña se convirtió en un asaltante de ricos y provisor de pobres debido a un desengaño amoroso. Estando en Huamanga, se encontró con un mendigo, a quien entregó su puñal como dádiva. Sin embargo, al ingresar a la Catedral, descubrió estupefacto el puñal clavado en el costado del Señor Burgos, comprendiendo que el mendigo había sido el mismo Cristo, quien lo estaba conminando a arrepentirse.
A los pies del altar se guarda en una urna al Niño Llorón, una imagen de factura muy antigua que en su pecho descubierto posee un tajo vertical. Según una tradición registrada por Ricardo Palma, el Niño le perteneció a un zapatero remendón llamado Perico Urbistondo, quien le pidió que cuidara a Casilda, su pareja. Como ella se fue con otro aprovechando la ausencia del celoso cónyuge, este responsabilizó del adulterio al Niño , clavándole en el pecho uno de sus cuchillos de cortar suela. El Niño Dios echó a llorar y de su herida brotaron gotas de sangre. La gente tomó el suceso como un milagro y trasladó la imagen a la Catedral, donde incluso se formaría una cofradía de señoras encargadas de velar por ella y mantener viva su leyenda.

Nave central del templo de Santa Teresa ©Juan Puelles
Templo de Santa Teresa
El templo y el monasterio de Santa Teresa fueron fundados por el sacerdote jesuita Francisco de la Maza en 1683, con los fondos provenientes del obraje de Ccaccamarca, de propiedad de su finado hermano Juan de la Maza. Las primeras monjas carmelitas
llegaron a Huamanga en dicho año, hospedándose en el hospicio de San Cristóbal para luego, en 1703, trasladarse al nuevo monasterio.
La iglesia posee una fachada sobria y simétrica, con arco y pilastras almohadilladas y dos campanarios bien proporcionados. En su única nave, el altar mayor, tallado en la segunda mitad del siglo XVIII, es otra muestra notable del barroco huamanguino. Cuenta con tres calles y tres cuerpos, columnas salomónicas y una coronación fastuosa, con follajes, ángeles y un escudo que se acomoda por debajo de la bóveda del techo. También son importantes el altar de Santa Liberata, elaborado en 1703 por el maestro Joseph de Alvarado; la celosía del coro, una talla de estilo mudéjar en madera dorada con incrustaciones de marfil y concheperla; y un gran lienzo con el árbol genealógico de la orden de las carmelitas.
El monasterio tiene tres claustros de un solo piso, que fueron construidos con ladrillo y cal. Los dos primeros son de planta cuadrangular, con galerías abovedadas limitadas por arcos de medio punto y dispuestas en torno a patios cuadrados. El tercer claustro se ubica detrás del muro testero de la iglesia y corresponde al noviciado, donde sobresale el cupulín con cuatro vanos de ventanas en sus vestíbulos. Al final del convento se encuentra la huerta, con cuyos frutos las religiosas teresianas preparan bebidas y dulces.

Altar mayor San Francisco de Paula ©Wilfredo Loayza
San Francisco de Paula
El templo y convento de la orden religiosa de los mínimos fueron fundados en 1713. El primero posee una fachada sencilla, pero destaca por sus dos torres y campanarios de diseño netamente huamanguino. Estos son bastante alargados en su eje vertical, angostos en el eje horizontal, decorados con pétalos de flores en alto relieve y con tambor, cupulín y pináculos en el remate superior.
La iglesia es de una sola nave. El altar mayor, dedicado a la Inmaculada Concepción, es de estilo churrigueresco sin dorar. Del muro de la epístola cuelgan hermosos lienzos con escenas de la vida de la Virgen María.
Del antiguo convento, que fue cerrado en 1804 por disposición del intendente Demetrio O’Higgins, solo queda el arco de la puerta de acceso, al costado del atrio de la Iglesia.

Altar mayor iglesia de La Buena Muerte ©Wilfredo Loayza
La Buena Muerte
El templo y convento de la orden religiosa de los mínimos fueron fundados en 1713. El primero posee una fachada sencilla, pero destaca por sus dos torres y campanarios de diseño netamente huamanguino. Estos son bastante alargados en su eje vertical, angostos en el eje horizontal, decorados con pétalos de flores en alto relieve y con tambor, cupulín y pináculos en el remate superior.
La iglesia es de una sola nave. El altar mayor, dedicado a la Inmaculada Concepción, es de estilo churrigueresco sin dorar. Del muro de la epístola cuelgan hermosos lienzos con escenas de la vida de la Virgen María.
Del antiguo convento, que fue cerrado en 1804 por disposición del intendente Demetrio O’Higgins, solo queda el arco de la puerta de acceso, al costado del atrio de la Iglesia.