
Centro arqueológico Wari ©Promperu
El Primer Imperio Andino: Los Wari
El Imperio Wari que se desarrolló hace 1400 años, entre los siglos VII y XI d.C. fue una civilización expansiva que construyó grandes asentamientos en diferentes lugares de la sierra, costa y selva del moderno Perú y que eligió a Ayacucho como la sede de su imponente capital, Huari.
En 1548, cuando el cronista español Pedro Cieza de León describió la fundación de la ciudad de Huamanga en Ayacucho, hizo referencia a “unos grandes y muy antiquísimos edificios que están gastados y arruinados (…) deben haber pasado por ellos muchas edades”. Al preguntar a los lugareños por los restos, estos respondieron que “fueron construidos por otros pueblos… muchos tiempos antes que los Ingas reinasen”. Ahora sabemos que estos restos pertenecían a la ciudad prehispánica de Huari, capital de una compleja sociedad, tan o más importante que el propio Imperio Inca, que cambió no solo la historia del antiguo Perú sino la de todo el continente americano: el Imperio Wari.
El Imperio Wari que se desarrolló hace 1400 años, entre los siglos VII y XI d.C. fue una civilización expansiva que construyó grandes asentamientos en diferentes lugares de la sierra, costa y selva del moderno Perú y que eligió a Ayacucho como la sede de su imponente capital, Huari. Sus rigurosas estructuras cívicas de comportamiento y sus códigos sociales; su sofisticada concepción del derecho, la religión y los valores cívicos; y las historias de sus avances tecnológicos y de su progreso económico, rebasaban las fronteras de Perú y llegaban a los oídos de sus contemporáneos, asombrados por lo que representaba uno de los centros urbanos más vibrantes y poderosos de la historia andina antigua.
Hay que tener en cuenta que el Imperio Wari, en su etapa de máximo esplendor, consiguió abarcar gran parte del actual territorio peruano. Evidentemente, esa expansión solo pudo ser posible gracias a un elaborado proyecto a largo plazo y con vistas a la configuración de lo que podemos considerar uno de los primeros Estados modernos de la historia de América. Los Wari no solo consiguieron tejer un eficiente sistema de caminos que cubría prácticamente todo el territorio del moderno Perú, sino también fomentar una serie de innovaciones hidráulicas y agrícolas durante una época de crisis climática y, a la vez, llevar a cabo una compleja política exterior basada tanto en alianzas como en intrusiones militares focalizadas. En la sierra construyeron grandes complejos administrativos y ceremoniales, mientras que en la costa y la selva su presencia se limitó a enclaves estratégicos orientados a la extracción de recursos como el algodón, la coca o las plumas.

Lanzador Wari ©Brooklyn Museum
Huari, la capital
Un aspecto esencial de la cultura Wari es la importancia de la ciudad que se convertiría en su capital y lugar central de su civilización: Huari. Cuando los Wari se asientan en la cuenca del río Ayacucho, tomando el relevo de los antiguos pobladores Huarpa –cuyo ocaso parece haber sido abrupto—, traen consigo un cambio radical en la infraestructura, la irrigación y la cerámica y tecnología textil, entre otros. Estas innovaciones fueron acompañadas de un incremento poblacional, sobre todo en el asentamiento de Huari, ubicado a 22 km al noreste de la actual ciudad de Ayacucho, a unos 2,700 metros sobre el nivel del mar.
El crecimiento de la nueva población fue gradual y se expresó en la construcción de complejos habitacionales –algunos con edificios de hasta tres pisos—, áreas dedicadas a prácticas religiosas, palacios destinados a gobernadores y funcionarios oficiales, mausoleos, áreas de almacenamiento y lugares para la producción artesanal especializada. En excavaciones más recientes, los arqueólogos José Ochatoma y Martha Cabrera han encontrado, entre otros restos, un impresionante edificio de altas columnas cruzadas por vigas de adobe y una pared con tres filas de nichos, así como cerámica importada desde Tiwanaku y mesas de piedra aparentemente utilizadas para el estudio de la astronomía. Se sabe también que el agua se llevaba hasta la capital desde la laguna Yanacocha a través de un elaborado canal conocido actualmente como Inkapa-Yarcan.

Complejo Wari ©Antonio Escalante
La esfera de influencia Wari
Desde el principio de su civilización, hace 1400 años, en el siglo VII, los Wari extendieron su dominio más allá de la capital mediante la construcción de importantes asentamientos en diferentes lugares de los Andes y la transformación de espacios áridos en zonas de cultivo. Esta expansión coincidió con un período de crisis climática que eventualmente influyó de manera decisiva en el colapso de otras importantes sociedades de la costa, como los Moche, Lima y Nazca; y que en la sierra se tradujo en constantes sequías. Sin embargo, a diferencia de aquellas culturas costeras, el pueblo Wari conseguiría sobrevivir a esta situación crítica con la introducción de innovaciones hidráulicas y agrícolas que garantizaron un uso estable y eficiente de la poca agua disponible, así como el desarrollo de andenes para aprovechar la tierra cultivable. Es por ello que asentamientos Wari como Pikillacta y Huaro, en el Cusco; Viracochapampa en Huamachuco; y Cerro Baúl en Moquegua, se establecieron al lado de lagos, puquios o picos nevados. Según el investigador Nils Sulca, la similitud entre asentamientos como los de Viracochapampa, en Huamachuco; y Pikillacta, en Cusco, demostraría que los antiguos Wari habrían planificado sus ciudades antes de construirlas, posiblemente utilizando maquetas o representaciones en textiles.
Gran parte de la política exterior de los Wari parece haberse basado en la realización de rituales y fiestas; y el rol primordial de los funcionarios imperiales habría sido el de auspiciar esas celebraciones. Así lo interpreta la arqueóloga Patricia Knobloch, para quien los Wari habrían establecido un complejo sistema de dominación que dependía directamente de un grupo de “agentes” viajeros que auspiciaban celebraciones en las distintas regiones utilizando vajillas y otros elementos. Los estudios de Knobloch revelan que en cada región bajo el dominio Wari se han encontrado vasijas con representaciones humanas que muestran rasgos distintivos e insignias oficiales, como sombreros, unkus, pintura facial o peinados, entre otros, que hace pensar que cada una de ellas pudo haber representado a un tipo de funcionario en concreto.

Cerámica Wari ©Museo Larco
Wari y la guerra
Inicialmente se creía que los Wari conquistaban y subyugaban sociedades vecinas y distantes a través del uso exclusivo de la fuerza. No obstante, conforme han avanzado los estudios, se ha podido observar que solo recurrían a la guerra en casos puntuales y con el fin, en gran medida, de conseguir cabezas trofeo. Estas cabezas eran convertidas en vasijas de las que se tomaba enormes cantidades de chicha durante las ceremonias. La chicha se conservaba en grandes urnas con representaciones militares, como guerreros con armas y pinturas faciales, en ocasiones montados sobre balsas de totora, posiblemente en camino a la batalla.
Resulta interesante que la mayoría de hallazgos de cabezas trofeo e iconografía de guerra se concentre en el sitio arqueológico de Conchopata, en Ayacucho, un importante centro de producción de cerámica, que además fue habitado por un grupo de élite. Restos arqueológicos revelan ceremonias realizadas dentro de templos en forma de “D”, donde se hallaron más de treinta cabezas trofeo, fruto de triunfos en tierras lejanas.
Por otro lado, la iconografía de Conchopata presenta guerreros ataviados con prendas emblemáticas, sombreros o tocados, pintura facial e, incluso, la representación de animales sagrados. Es posible que cada guerrero se identificara con un animal en particular y que este representara algún linaje familiar. Por todo esto, Conchopata parece haber sido un lugar de élite vinculado con el prestigio militar.

Cerámica Wari ©Museu de Berlín, Claudia Obrocki
El arte Wari y su rol en la política de estado
Las artes fueron centrales para el manejo político, religioso y económico de los Wari. La producción textil, cerámica y lítica, entre otros soportes, requirió de una inmensa inversión en recursos y destreza que se tradujo en símbolos tangibles de poder y riqueza. Ante la ausencia de la escritura, estos fueron los verdaderos medios de comunicación para promover el posicionamiento de los Wari como intermediarios entre el mundo de los humanos y el de los dioses.
Además, por su homogeneidad y complejidad técnica, la cerámica, los textiles y demás objetos de la artesanía Wari son también indicativos del grado de sofisticación y cohesión interna que alcanzaron como sociedad y Estado. En efecto, todos estos objetos tienen un sello distintivo que los hace fácilmente identificables y, asimismo, su alta calidad e impecable ejecución indican que fueron producidos por artesanos especializados que seguían cánones oficiales. Por otro lado, piezas encontradas en sitios tan lejanos entre sí como Huari, Conchopata o el Castillo de Huarmey revelan que su producción se daba en lugares designados y diferenciados por cada tipo de material utilizado. Así, por ejemplo, en excavaciones en la capital se han registrado espacios dedicados exclusivamente al trabajo con obsidiana o a la producción de turquesa.

Khipu Wari ©Brian Bald
Textiles
Los textiles Wari son emblemáticos en el mundo y de una calidad y belleza que supera a textiles de otras grandes civilizaciones de la antigüedad. Estaban hechos de materias primas de alta calidad, como lana de alpaca, con una textura similar a la seda, plumas amazónicas o algodón de la costa; y empleaban una gran variedad de tintes y pigmentos. Al ser muy apreciados por historiadores de arte, especialistas y coleccionistas de todo el planeta, la gran mayoría de mantos, túnicas y piezas textiles Wari ha ido a parar fuera del Perú, principalmente a Estados Unidos y Alemania, en muchos casos de forma ilegal.
Entre los textiles, las túnicas o unkus destacan no solo por su elaboración, sino también por la importancia de las personalidades que las vistieron. Los fardos funerarios más ricos llevan estos unkus para realizar su viaje hacia el mundo de los ancestros. En su mayoría, estas piezas fueron elaboradas en telar, lo cual requiere una precisión matemática en la planificación y ejecución de los diseños. Los representantes más influyentes de la jerarquía Wari utilizaban también un gorro cuadrado de cuatro puntas o borlas, elaborado con la técnica del anudado y, normalmente, adornado con figuras geométricas o íconos religiosos.
Khipus
Los textiles, al ser un objeto de fácil transporte, pueden haber funcionado como soportes para la transmisión de distintos tipos de información, desde genealogías oficiales hasta planos para la elaboración de construcciones complejas. Los Wari mantenían una contabilidad estricta a través de khipus que les permitían cuantificar la producción de cada región y lo que correspondía al Estado. Dentro de estos productos, los tejidos finos eran los más valorados.

Túnica Wari ©Brooklyn Museum
La huella Wari
La sociedad Wari, el primer imperio del continente, representó un antes y un después para la historia andina. El avance tecnológico, la inversión en caminos, la implementación de nuevas técnicas de construcción y, particularmente, la práctica de incorporar pueblos vecinos mediante la cooptación de sus deidades tutelares, sentaron las bases para una nueva forma de hacer política. De manera directa o indirecta, reconfiguraron el escenario andino durante cuatro siglos, estableciéndose como una sociedad poderosa y prestigiosa, con un colapso que todavía ha sido poco estudiado pero que parece haber sido violento.
Evidencias de destrucción de tumbas, tanto en la capital como fuera de ella, en muchos casos a través del fuego, parecen indicar que el culto a los ancestros que les garantizó la intermediación con las más poderosas deidades fue el epicentro del rechazo y violencia. Los habitantes de los grandes asentamientos –como Huari— se dispersaron y los Andes se poblaron de señoríos o pueblos pequeños, que por cientos de años coexistieron en un estado de permanente enfrentamiento. Tras más de 400 años ejerciendo una presencia y preeminencia constante, los símbolos Wari fueron rechazados y los sitios, finalmente, abandonados.
